Un halo de tristeza
va flotando en el parque,
y marchita las rosas.
Se cuela entre el ramaje,
calla el canto sonoro
vibrante de las aves,
que habitan en la copa
de los verdes gigantes.
Las baldosas se cubren
de crujiente hojarasca,
que el viento enfurecido
resoplando arrastra.
Nubes grises, oscuras,
se aglomeran en lo alto,
derramando dolientes
su inagotable llanto.
No se escucha el rasgueo
alegre de guitarras,
ni el vivo zapateo
como antes se escuchaba.
Se bambolean las hojas,
y allá por la enramada,
algo como una queja
va traspasando mi alma.
Aún conserva el aire
tu singular aroma,
como si nada o nadie
notara que marchaste.
Florecerán las rosas
en cada primavera,
y elevará sus ramas
la recia enredadera.
Seguirá siendo todo
igual como era antes,
y el olvido malvado
empañará el paisaje.
Se borrarán tus pasos,
se perderá tu aroma,
y tu gentil figura
se perderá en las sombras.
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