LA CALLE ELOINA HERNÁNDEZ PÉREZ
Por Ezequiel Castañeda Nevárez
Por Ezequiel Castañeda Nevárez
La calle aun no lleva su nombre; es más, ni siquiera se sabe cuál calle será porque no se ha presentado la petición formal al cabildo xalapeño, aunque la solicitud ya está elaborada y casi casi aprobada porque no hay duda de que los ediles xalapeños estarán orgullosos de participar en este homenaje a una distinguida escritora veracruzana. La propuesta nace a iniciativa de un grupo de xalapeños del Centro Histórico de esta capital que preside Pepe Zaidén, entusiastamente respaldada por el Club de Escritoras de Xalapa A.C que aglutina a un numeroso grupo de mujeres intelectuales y que coordina la maestra María Guadalupe Arenas de Burillo. Por cierto, pocas ciudades del país y de la República cuentan con un grupo de mujeres intelectuales tan distinguido y de tanta producción literaria como esta bien llamada Atenas veracruzana. El talento y la sensibilidad que tiene la totalidad del singular grupo femenino no tiene competencia porque además rinden honor a la amistad cada día intercambiando fraternidad y cultura.
A Eloína apenas tuve el honor y el placer de conocerla y de cruzar unas cuantas palabras con ella. La señora es sumamente cautivadora; no se necesita ni un minuto para ser conquistado por ella. Al momento de conocernos sellamos un sólido pacto de amistad que mucho me honra y satisface. Eloina es una mujer única con un gran sentido del humor, pero a la vez proyecta en todo momento plenamente su personalidad apasionada y de una entrega total no obstante su agudo sentido analítico. No hay duda de que la vida, que para muchos de sus lectores ha sido un sufrimiento continuo, más que eso la divierte. La vida es continua para ella, ni siquiera la muerte la habrá de interrumpir, en su opinión; ella sabe que cualquier día, en algún lugar, volverá a vivir con un nuevo sol, un nuevo camino menos escabroso en donde su alma se recreará por siempre. La vida le divierte porque es joven. Siempre ha sido y será joven, por decisión propia; porque cubre el requisito principal: simplemente, porque ama la vida y porque vive permanentemente enamorada del amor. Sus ojos tienen el brillo de una joven y estos también ven hacia su interior y encuentran que allí hay un manantial de vida y de juventud, por eso no le hace caso a su espejo, porque este refleja el rostro de una anciana de 84 años sentada en una silla de ruedas que ella no sabe ni quién es, por eso afirma que su espejo es una farsa y lo quiere destrozar, aunque ha decidido mejor voltearlo de espaldas para olvidarse de él porque ese espejo torcido todo lo ve al revés.
Esta notable escritora veracruzana tiene una extraordinaria producción, conformada por poesía, cuentos y cosas del corazón como “El Dolor de Vivir”, “Amor Desesperado”, Imágenes de aquí…de allá”, “El Espejo Roto y otros cuentos” y “Cándida” la cual alternó en una gran producción cultural al lado de Sergio Pitol, Irving Ramírez, Rafael Antunez, Rafael Hernández Viveros, Magno Garcimarrero y Juan Vicente Melo, entre otros notables escritores. Su obra se ha leído en México y en el extranjero y en todos lados ha merecido el reconocimiento unánime.
Actualmente Eloína ve pasar el tiempo entre lectura, escritura y visitas de quienes le quieren, pero se da espacio para ir al Bingo a pasar agradables ratos y saludar a sus múltiples amistades. Disfruta el inmenso amor que le profesan sus hijos Efraín, María de la Cruz y Alma Rosa, al igual que su nuera, casi hija, Beatriz y de su nieta Denis Anahí. Gusta de leer poesía japonesa y relee sus propios escritos porque ella resulta ser su mejor crítica.
La conversación con Eloína es una delicia, sus historias son interminables y sus observaciones siempre son agudas. Reitera siempre en el diálogo su amor al amor, aunque dice que este no se le dio como ella habría deseado porque se interpuso siempre la incomprensión. La frustración en su principal relación la llevó a verificar su estado mental con profesionales quienes le confirmaron su claridad mental y su extraordinaria capacidad intelectual. Siempre fue fanática de la lectura; las circunstancias de la vida le ayudaron al ubicarla en una papelería que ponía a su alcance un gran número de libros de todo tipo.
Uno piensa, cuando sabe que todos los políticos aspiran a imponer su nombre a grandes obras materiales o a extensas avenidas, que debería proscribirse todo intento de auto glorificación para dar paso al reconocimiento de los verdaderos valores humanos, de la calidad humana y espiritual, de aquellos seres que realmente podemos imitar, que merecen nuestro respeto y nuestra admiración. En este rango se inscribe Eloína Hernández Pérez, a quien rindo mi homenaje personal imponiendo su nombre a mi lista de afectos muy especiales. Esa es la cuestión.
A Eloína apenas tuve el honor y el placer de conocerla y de cruzar unas cuantas palabras con ella. La señora es sumamente cautivadora; no se necesita ni un minuto para ser conquistado por ella. Al momento de conocernos sellamos un sólido pacto de amistad que mucho me honra y satisface. Eloina es una mujer única con un gran sentido del humor, pero a la vez proyecta en todo momento plenamente su personalidad apasionada y de una entrega total no obstante su agudo sentido analítico. No hay duda de que la vida, que para muchos de sus lectores ha sido un sufrimiento continuo, más que eso la divierte. La vida es continua para ella, ni siquiera la muerte la habrá de interrumpir, en su opinión; ella sabe que cualquier día, en algún lugar, volverá a vivir con un nuevo sol, un nuevo camino menos escabroso en donde su alma se recreará por siempre. La vida le divierte porque es joven. Siempre ha sido y será joven, por decisión propia; porque cubre el requisito principal: simplemente, porque ama la vida y porque vive permanentemente enamorada del amor. Sus ojos tienen el brillo de una joven y estos también ven hacia su interior y encuentran que allí hay un manantial de vida y de juventud, por eso no le hace caso a su espejo, porque este refleja el rostro de una anciana de 84 años sentada en una silla de ruedas que ella no sabe ni quién es, por eso afirma que su espejo es una farsa y lo quiere destrozar, aunque ha decidido mejor voltearlo de espaldas para olvidarse de él porque ese espejo torcido todo lo ve al revés.
Esta notable escritora veracruzana tiene una extraordinaria producción, conformada por poesía, cuentos y cosas del corazón como “El Dolor de Vivir”, “Amor Desesperado”, Imágenes de aquí…de allá”, “El Espejo Roto y otros cuentos” y “Cándida” la cual alternó en una gran producción cultural al lado de Sergio Pitol, Irving Ramírez, Rafael Antunez, Rafael Hernández Viveros, Magno Garcimarrero y Juan Vicente Melo, entre otros notables escritores. Su obra se ha leído en México y en el extranjero y en todos lados ha merecido el reconocimiento unánime.
Actualmente Eloína ve pasar el tiempo entre lectura, escritura y visitas de quienes le quieren, pero se da espacio para ir al Bingo a pasar agradables ratos y saludar a sus múltiples amistades. Disfruta el inmenso amor que le profesan sus hijos Efraín, María de la Cruz y Alma Rosa, al igual que su nuera, casi hija, Beatriz y de su nieta Denis Anahí. Gusta de leer poesía japonesa y relee sus propios escritos porque ella resulta ser su mejor crítica.
La conversación con Eloína es una delicia, sus historias son interminables y sus observaciones siempre son agudas. Reitera siempre en el diálogo su amor al amor, aunque dice que este no se le dio como ella habría deseado porque se interpuso siempre la incomprensión. La frustración en su principal relación la llevó a verificar su estado mental con profesionales quienes le confirmaron su claridad mental y su extraordinaria capacidad intelectual. Siempre fue fanática de la lectura; las circunstancias de la vida le ayudaron al ubicarla en una papelería que ponía a su alcance un gran número de libros de todo tipo.
Uno piensa, cuando sabe que todos los políticos aspiran a imponer su nombre a grandes obras materiales o a extensas avenidas, que debería proscribirse todo intento de auto glorificación para dar paso al reconocimiento de los verdaderos valores humanos, de la calidad humana y espiritual, de aquellos seres que realmente podemos imitar, que merecen nuestro respeto y nuestra admiración. En este rango se inscribe Eloína Hernández Pérez, a quien rindo mi homenaje personal imponiendo su nombre a mi lista de afectos muy especiales. Esa es la cuestión.
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Muy amablemente el Señor Issar Ramón Aguilera, dueño del foro Corazón de Poeta, me hizo el favor de colocar un poemario personal en su página. Este foro de literatura pertenece a la ciudad de Chilecito, La Rioja, Argentina.
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Actualmente en la página de LICEUS también me están haciendo el favor de publicar mis escritos.
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