Caminé tras de ti,
como una pordiosera,
alzando los mendrugos
que me quisiste dar.
Y me fui diluyendo
hasta que te olvidaste
de mi amor pedigüeño,
sincero y sin disfraz.
Pero el amor acaba,
cuando debe acabar;
y aunque no me quisiste,
te seguí noche y día
sin poder alcanzar.
Te has ido para siempre,
y mi alma está perdida
sin encontrar un rumbo,
girando nada más;
hasta que un remolino.
Entre sus fuertes garras,
la destroce por siempre,
la destroce al pasar.
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