Regálame una hora,
la que quieras,
aunque después por siempre
y para siempre,
un océano de ausencia
me aniquile.
Regálame una hora,
para que tiernamente
yo te arrulle,
y deshaga los pliegues
de tu frente.
Regálame ya,
antes que el tiempo
con su pátina borre
mis efímeras huellas.
No me puedo marchar
sin haber satisfecho
esa loca ansiedad
¡De compartir tu lecho!
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