Los surcos de mi rostro
son las arcas del tiempo;
cada uno una pena,
cada huella un dolor.
La piel así agredida
no causa sufrimientos;
el que suspira y grita,
es él, mi corazón.
Así caminaré
hasta que el tiempo acabe
y me encuentre ante Dios.
Cada surco una pena...
mi rostro es el dolor.
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