El día luce triste.
Camina por las calles
una neblina fría
que convierte en fantasmas
las cosas y la gente.
Me agobian los recuerdos,
y una infame nostalgia
de afilados cuchillos,
va desgarrando mi alma.
Se humedecen mis ojos.
Todo es un mausoleo
que guarda mis despojos.
El teléfono calla;
no se escuchan tus pasos,
y tu aroma se borre
entre la lluvia ingrata.
No volverás.
Por siempre
has emprendido el viaje,
mientras yo agonizo
cada fugaz instante.
¡Qué caos!
Perdí el rumbo
en ese laberinto
que dejaste en mi mundo.
Mi vida ya no es vida.
No tengo ya motivos
para seguir bregando.
Tú eras mi motivo
lo demás, ¡ya es en vano!
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