Recuerdo a cada rato
tus ojos color paja,
y tu olor a tabaco
en el aire que pasa.
Te recuerdo en la taza
humeante de café,
y en la estrella distante
que miraste y miré.
Te llevo aquí clavado
en el alma y la mente,
cual cuchillo afilado
hiriéndome inclemente.
Te recuerdo en las notas
de nuestra melodía,
y hasta en el pavimento
de la calle vacía.
Te recuerdo si hay luna
y si no hay luna ¡más!
y aunque me esté muriendo
¡no te podré olvidar.
No puedes irte... digo.
Porque eres la mitad
de lo que necesito
¡Para vivir en paz!
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